El arte de gobernar puede ser un tema bastante extenso, con miles de posibilidades, pero en este caso quiero enfocarme con mayor precisión al arte de gobernar bien, más específicamente al cómo gobernar bien. A lo largo de la historia han existido tanto buenos como malos gobernantes, cada uno con sus características y distintos puntos de vista, mas independientemente de cuál haya sido su postura política o su ideología (ya que gobernar no es sólo en el campo político), hay aspectos positivos que se pueden tomar para desarrollar con mayor plenitud el arte de gobernar bien.

Voy a basarme en un aspecto muy importante en el gobernar y es el servir. Servir dentro del gobernar es sentir esa entrega por su pueblo, una afinidad primero del gobernante con su gente, que puede llevar a una afinidad de los miembros hacia el gobernante. El ser servicial atiende a las necesidades y toma en cuenta las opiniones de las personas, al igual que un buen pastor atiende a sus ovejas, un buen jefe a sus trabajadores y un buen entrenador a sus jugadores, así debe ser la acción de un buen gobernante.

Siguiendo este patrón de cuidado que tienen estas personas con los suyos, el que gobierna debe humanizarse, y ahí es donde entra mantener la humildad. Para gobernar se debe ser consciente de dónde se viene, olvidándose del egocentrismo para ver como el pueblo, volviéndose uno más del mismo sin dejar a un lado el papel estricto que también requiere gobernar, y no únicamente gobernar, sino guiar por el bien y la mejoría. El que bien gobierna y conoce su tarea de encaminar se arriesga por delante para asegurar el paso y evitar los daños a quienes lo siguen, permitiéndose a sí mismo retroceder, admitiendo que ha tomado un mal camino y reconociéndose igual que los demás, pero esto no quiere decir que admitir el error lo sea todo para un buen gobernante; puede que sea el 30% en este caso, mientras el otro 70% represente continuar su labor y tomar otro camino para proteger y mejorar la vida de los demás.

Cuando una persona sigue a un gobernante es porque se siente identificada o segura y está de acuerdo con sus ideales o le genera algún beneficio, lo que respecto a gobernar bien, omite la compra del pueblo y se basa en un bien legítimo de parte del gobernante para y con sus seguidores. Sólo mediante acciones con propósitos legítimos de ayudar, se pueden obtener partícipes reales que estarán dispuestos a apoyar el proyecto del gobernador.

Veamos cómo un agricultor se despierta cada mañana, da riego a sus plantas, cultiva y cosecha para que ellas den fruto y le sirvan de sustento, nos podemos percatar de la disciplina que ha adquirido esta persona a lo largo de los años y el esfuerzo, sabiendo que el beneficio es para su familia, sus amigos, desconocidos y para el planeta incluso, que le agradece con sus frutos por el cuidado que ejerce al efectuar su labor.

Tomando nota de esto, para mantener el balance dentro de la sociedad gobernada y lograr sostener no sólo el servicio gobernante a pueblo, sino fomentar el servicio pueblo a pueblo y pueblo a gobernante, se deben establecer normas o leyes que sean el fundamento que dé rigidez y una estructura al gobierno, normas que no puedan ser infringidas por nadie que forme parte de la comunidad.

La constitución de estas normativas debe ser justa, dando igualdad a todos los individuos. Esto cabe dentro del servir, porque para hallar justicia en las mismas, se deben tomar en cuenta las exigencias del pueblo y ajustarlas acorde a ellas.

Lo que quiero decir con esto, es que la realización en el arte de gobernar bien, se obtiene mediante la práctica, con esfuerzo, con disciplina y se alcanza a un nivel más alto si esta realización se efectúa desde un principio con los mismos asociados, logrando así un estado de mejora constante en comunión. Por lo que el buen gobernador, da ejemplo, sirve e innova presentando opciones de mejoría a su pueblo, recordando siempre la correlación que existe entre ellos, de manera que sin inconvenientes se identifiquen mutuamente.

En pocas palabras, el buen gobernante busca llegar al punto de relación en que su pueblo acepta, a voluntad propia, la unificación de los ideales y la búsqueda de mejorar por parte de todos, empezando por la mejora de sí mismo.